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Los Recuerdos Joan Manuel Serrat

sábado, 3 de abril de 2010

Minino

Un día cercano al invierno, llegó a la casa una gata preñada. La pobre ya no podía con el peso de su vientre y se echó en un rincón de nuestro patio. De más todos los esfuerzos por correrla, había decidido que era el lugar donde nacerían sus gatitos, y allí nacieron. En cuanto pudo caminar se fué en busca no sé de qué y dejó sus gatitos al amoroso cuidado de mi Madre... Era todo un espectáculo y una lección de vida verlos dar sus primeros pasos, sus primeras peleas, sus primeras caídas... a los pocos días la gata volvió y se fué llevando uno por uno sus gatitos, hasta que solo faltaba el más débil e indefenso de todos, nunca supimos por qué no regresó por él, si le pasó algo o si decidió dejarlo a sabiendas de que fuera de ahí no sobreviviría, el caso es que lo dejó y desde entonces se volvió mi mejor amigo y compañero... Dormía bajo mi cama, yo dejaba un brazo colgando para rozar su pelo y arrullarlo para que durmiera, y al despertar, mis primeras palabras, mis primeras caricias eran para él. Todos querían bautizarlo con nombres que consideraban ingeniosos o apropiados para gatos, pero ninguno me gustó para él y se le quedó el nombre de Minino.
Con el paso del tiempo creció y le dió por la vagancia vespertina y nocturna, como no era muy bueno para las peleas, siempre salia perdiendo y llegaba a casa maltrecho y malherido, provocando las idas a las carreras al veterinario, los regaños de mi Madre por mi excesiva preocupación por él, y mis enojos por lo que yo creía falta de amor para el Minino...  Seguimos creciendo y se hizo más constante su vagancia, recuerdo que yo dormía junto a una ventana que dejaba abierta, y a la medianoche llegaba el Minino, bajaba del techo por un árbol, saltaba a la ventana y entraba golpeando con sus patas en mi pecho y, no pocas veces echaba a correr al interior seguido de otro gato, provocando el gran alboroto para sacarlo, y los consecuentes regaños de mi Madre que, en el fondo (ahora lo sé) nos consentía con todo su cariño.
Cuando estaba en casa, me seguía como un perrito faldero, y cuando yo volvía de la escuela, a veces lo encontraba en la esquina de la cuadra, o incluso a unas cuadras de la casa, el me veía y empezaba a caminar por los techos, acompañando mis pasos hasta llegar a casa, en lo que yo abría la puerta el saltaba al árbol, y entraba por la ventana con un gesto triunfal, luego se me enredaba en los pies maullando quedito como un gatito indefenso para que le diera su plato de leche.
Un día apareció el Fanto (Otro gato que ya les contaré), luego las ausencias del minino fueron mas largas cada vez, hasta que un día no supe más de él... Ahora sé que mis Padres ocultaron su muerte para que no sufriera, no sé como ocurrió, solo sé que no fuí capáz de darle felicidad los últimos dias de su vida y me duele que tal vez murió sintiéndose apartado por la llegada del Fanto...
No sé si exista un mas allá para los gatos, si es así te digo: Te quiero, amigo... y estoy seguro un día te veré... sin esas llagas que en esta vida te acompañaron, por lo pronto me quedo con el recuerdo de tus primeros pasos, de tu espíritu inquebrantable y de tu gran amor.

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